viernes, 11 de agosto de 2023

Los ojos del gato negro

Los ojos del gato negro. 


“Tengo un problema, un pequeño y gravísimo problema, que se extiende infinitamente en mi vida y afecta cada aspecto de ella. El problema comienza así, o por lo menos, así sería una introducción a él en modo de narración; supongamos que es jueves, el jueves 25 de mayo más concretamente, es decir, para aquellos que leen este escrito alejado temporalmente de su producción, ese día sería ayer. Yo me despierto, me levanto, salgo a la calle a trabajar, y tres cuadras antes de llegar, me encuentro a un gato negro, el gato negro me mira y sale corriendo. A pesar de que esta narración solo narre realmente un día de mi día, 25 de mayo, a pesar de eso, quiero que la piensen como si abarcara cada día de mi vida. Es decir, el jueves 25 de mayo era un ejemplo, de una generalización que me ocurre cada día de mi vida, el jueves 25 de mayo era simplemente una herramienta para mostrarle al lector (¡usted!) como es un día cualquiera de mi vida, y más tristemente (como verán ahora), como lo son todos. Volvamos a la narración del jueves de 25 de mayo; el problema al que apuntaba y del cual quería narrar se encuentra en este último detalle que tal vez el lector (¡usted!) ya se olvidó, y es porque en esencia, es un pequeño problema, pero también de lo más terrible. El gran problema proviene de aquel gato negro, ya que como todos deben saber; encontrarse con un gato negro es como ser hechizado por una bruja. Yo en mi juventud tenía cierto agnosticismo a tales dichos populares, ese tipo de agnosticismo que cree que todo puede (probablemente) explicarse mediante una explicación natural, y qué, sin embargo, se cuida de no romper ningún espejo. Y, sin embargo, heme aquí, no se cuando ese gato negro entro en mi vida, solo sé que mi vida ha empeorado desde entonces. Cuando me di cuenta lo insufrible que se había vuelto vivir, buscando cualquier respuesta, recordé a aquel gato negro, o por lo menos, comencé a ponerle atención. Y aquí lo peor de mi problema, donde radica la mayor atrocidad que la suerte ha ejercido sobre mí; imaginemos ahora que no es el jueves 25 de mayo, sino el viernes 26 de mayo, estoy cansado de un día horrible causado por mi mala suerte (que usted, el lector, ahora sabe de dónde proviene), ya el hechizo del gato negro se esta terminando, pero como un chiste de un mal gusto, el hechizo utiliza todas las fuerzas restantes para darme el dedo medio antes de irse definitivamente. Y así, la mala suerte organiza el mundo y el destino para devolverme el gato negro, y ahí está, nuevamente el gato negro en esa esquina a 3 cuadras de mi trabajo, me observa por unos segundos y sale corriendo. Todos los días son así; el gato negro me hechiza con mala suerte, y esa mala suerte me hace encontrarme de nuevo a el gato negro, y este me hechiza una vez más, ad infinitum. “

El escrito termino y el hombre satisfecho con su trabajo, se levanto de su silla y fue a trabajar un día más (En su camino, como ya narrado, se volvió a encontrar al gato, pero esta información es redundante). Llego a la gran maquinaría, toco botones, movió perillas y acciono palancas, con ningún efecto visible, visible para él al menos. Termino su jornada y el hombre recorrió la gran pared lleno de nombres de sus antepasados, en esos nombres radicaba su atisbo de trascendencia. Creía que, si no la visitaba al menos una vez por semana, sus progenitores tampoco se molestarían en leer su nombre. Así su lectura servía como una suerte de intercambio, en reconocer al pasado para ser reconocido en el futuro.

En aquella caminata, volviendo a su trabajo, se encontró al gato negro. El gato negro estaba moribundo y en su izquierda se encontraba un cuchillo, tal organización de objetos, con un propósito tan evidente, denotaba cierta intención y propósito, la propia maldición del gato. Y así fue como el hombre pensó:

“Cometer asesinato o no cometerlo, en los dos me pierdo a mí mismo. O me rindo ante la maldición y ejecuto lo que ella quiere de mí, y en consecuencia perder mi propia voluntad en mis acciones dejándolas a merced por el infinito, y lo peor, permitiendo el acto inmoral, el asesinato de un inocente, en tal perdida. O tomar la única otra opción y dejar que mañana sea como hoy, como si nada hubiera pasado, ahora con una maldición validada por mi mismo y desaparecer en la eternidad de sus consecuencias. O lo uno o lo otro, o perderme a mi mismo ante la voluntad de lo infinito o proteger la eternidad, infringírmela a mí mismo y vivir para ella hasta morir. No me importa o lo uno o lo otro, sea lo que sea, no puedo discutir ante lo que me supera infinitamente.”

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