El asesinato de Victor Kepler
Dyogtin volvió de su trabajo a su casa en tren,
generalmente el viaje que tomaba para ir al trabajo se volvía una tortura
mientras que la venida era un momento de tranquilidad. Después de un día de
trabajo, los contingentes elementos de su labor estaban frescos en su mente, lo
suficiente como para poder acaparar su atención, y el cansancio le impedía
tomarse en serio cualquier pensamiento que podría emerger. En comparación, en
la venida no tenía nada por lo que pensar y estaba todavía con energías
suficientes para torturarse a el mismo, eso llevaba a su mente a
volver al 8 de abril. Llego a su casa, ceno y se acostó a dormir para estar
listo para el próximo día.
En un día como cualquier otro Dyogtin Artemovich fue
despertado por la luz del sol entrando en la ventana que se encontraba en el
final de su habitación.
– La mejor forma de despertarse sin duda – Dijo
mientras prendía un cigarro. Prefería despertarse por la luz solar que por
los gritos de su esposa levantándolo para que tenga que ir a trabajar. Hoy el
que se despertó primero fue el esposo y se encontraba en obligación de
despertarla para devolver el favor.
– Vamos. Hay que levantarse – Le dijo mientras con su
mano le daba palmadas en la espalda. No se veía indicios de que ella se iba a
despertar y Dyogtin planeaba taparle la nariz para despertarla (Prefería ese
método del método de su esposa que implicaba gritar en la mañana); pero para su
sorpresa, Zakharova abrió lentamente sus ojos. El humo saliendo del cigarro y
entrando en su nariz la despertó.
– Buen día – Dijo ella.
– Buen día –
– Sabes bien cuanto odio el olor a cigarro y más en la
mañana –
– Lo sé muy bien – Respondió e inmediatamente volvió a
meter el cigarro en la boca, como si estuviera desesperado por volver a llevar
sus pulmones de humo.
– Yo soy la que se queda todo el día en casa y tengo
que soportar el olor a cigarro. Se queda impregnado en todo y es imposible sacarlo
–
– También lo se. Pero yo soy el que trabaja todo el
día para que puedas disfrutar de los privilegios de esta casa en primer lugar.
Me parece que también tengo derecho a los pequeños placeres de la vida – Dijo
mientras espiraba el humo en la cara de su esposa. Ella sonrió por su sarcasmo.
– ¿Qué hora es? –
– Deben ser las 7 ya, juzgando por el sol – Dijo el
mirando por la ventana.
– Deberíamos levantarnos y despertarla – Respondió
mientras tanto con gran esfuerzo estaba dejando la comodidad de su cama para
cumplir su deber. Su esposo se levanto inmediatamente con ella y los dos
empezaron a prepararse para el día.
Ya preparados los dos salieron de la habitación, Dyogtin
Artemovich, fue a la habitación de Katina prepararla para un día de colegio sin
embargo se sorprendió al verla ya despierta.
– ¿Ya estabas despierta cariño? – Le pregunto a su
hija.
– Sí; es la primera vez que me despierto tan temprano
–
– Es la magia de la rutina, eventualmente vas a poder
despertarte todos los días a esta hora sin necesidad de que te despertemos.
Pero eso no es suficiente, también tenés que vestirte –
– Está bien –
– Cuando termines ven a desayunar que tu madre esta
cocinando muy bien últimamente – Dijo mientras cerraba la habitación de su hija
para servirse un café en la mañana. No estaba particularmente dormido, pero odiaba
el no pasar las horas que tenia de descanso antes de trabajar sin un café negro
bajando por su garganta. Mientras el tomaba su taza su esposa estaba al lado
cocinando. No hablaban entre ellos como era natural después de pasar tantos
momentos rutinarios con otra persona, ya no había nada de lo que hablar porque
se conocían demasiado para que el otro los pueda sorprender. La rutina había
vuelto muchos momentos de su relación en transacciones. Hoy, como en cualquier
otro día, Dyogtin no le dijo que debería cocinar, pero esa comida ya se había
vuelto un acuerdo implícito, que se cumple de forma automática todas las
mañanas sin la necesidad de discutir ni de siquiera pensar activamente en él,
al igual el despertar de su hija por parte de él, esa era su parte de la
transacción. Esta transacción ocurrió en los mil días anteriores, y los mil
días que vendrán.
Con ya toda la familia en la mesa y con una comida
ligera para empezar el día, los tres empezaron a comer.
– Papá – Dijo Katina en la mitad de la comida
– ¿Qué paso cariño? –
– ¿Por qué tenes que ir a trabajar todos los días? –
Pregunto. Que necesaria variedad traía su hija, que importante logro en su
vida. Con su esposa no tenía nada de lo que hablar porque ya conoció todo lo
que había que conocer de ella, pero con su hija era diferente. No había nada
que conocer de ella, porque todavía no era un “ella” fija, era una mujer
todavía en formación. Todos los días cambiaba y cualquier cosa que le hiciera
iba a tener cientos cosas que reaccionar y decir. Verla ella lentamente crecer
(bajo su responsabilidad) era otro de los placeres de la vida de Dyogtin además
de sus cigarros y su café.
– ¿A vos te gusta vivir en esta casa, jugar con tus
juguetes y comer esta comida? – Apunto al pescado atravesado en su tenedor
mientras lo sostenía verticalmente.
– Sí –
– Algún trabajador igual que tu papa trabajo para
conseguir esas cosas. Alguien construyo esta casa, o pesco tu comida o armo tus
juguetes. Sin embargo, no lo van a hacer porque si, necesitan conseguir algo a
cambio. Para pagarle esos favores, yo también tengo que aportar algo a la
sociedad, así yo pago con mí aporte. El dinero que el que trabajo me certifica
que hice algo por la sociedad y ella me debe dar algo a cambio para que siga haciéndolo,
y con el certifico a los trabajadores que me aportaron algo- Dijo su padre -Tal
vez algún día incluso vos trabajes – Agrego. Su hija pareció satisfecha con la
respuesta.
– Ay. No digas esas cosas – Dijo su esposa mientras lo
empujo cariñosamente.
– ¿No sabias que las mujeres están trabajando más que
nunca? En el futuro puede que sea igual de común que hombres y mujeres trabajen.
Rusia trabaja por el futuro, no se va a quedar con débiles prejuicios creados
por una iglesia moribunda, después de todo solo podemos ir para delante en el tiempo – Dijo
mientras terminaba su plato de cocina. Una vez satisfecho de la comida y se levantó
y tuvo que decirle adiós a su familia por las próximas 8 horas, mientras su
esposa estaba secando un pescado con sal para guardarlo por el mayor tiempo
posible antes de salir definitivamente de su casa.
El salió y siguió su camino usual al tren mientras
tanto Zakharova llevaba a Katina a la escuela. Ahí es donde sus caminos
divergían y el día de trabajo empezaba. Su trabajo se encontraba lejos de su
casa, así que tenía que ir en tren hasta ahí cada día. A pesar de esto, el
estaba agradecido de su empleo, al fin y al cabo, en la situación actual no
podía pedir mas de lo que tenía, y la locación no era un problema tan grave
comparado a las ventajas del puesto, incluso los gastos del tren eran bajos por
una conveniente subvención decretada por la unión soviética. Lo único que
resentía era que el viaje era el único momento del día donde se enfrentaba a
sus pensamientos directamente en vez de tener actividades que lo ayudaban a
ahogarlos, en el tren solo estaba él y sus pensamientos que eventualmente
llegaban al 8 de abril. En algún momento pasado intento leer un libro en el
recorrido, pero era inútil porque la culpa desviaba su atención del libro. El
recuerdo del 8 de abril se había vuelto inevitable.
Ya con el ticket pagado y entrando al tren llego a su
usual asiento. Se había acostumbrado a ese asiento y siempre que podía se
sentaba ahí, algunos días era ocupado antes que él, pero por lo general él podía
pasar el viaje del tren en su asiento. Había cierta felicidad en entender ese
asiento especifico, aprender todo lo que tenia que ofrecer y poder encontrarse
ahí todos los días. Había pequeñas particularidades de ese asiento de las cuales
él se había acostumbrado e incluso necesitaba. El tren estaba lleno como
siempre, Dyogtin Artemovich esta alrededor de sus iguales, trabajadores que se
encontraban en su camino a cumplir su función, justo como él. Una vez ahí
adentro solo se escuchaba ruido producto de cientos de voces hablando que se
mezclaban en un ruido uniforme sin ninguna palabra legible restante. Lo único
que se podía distinguir de ese ruido era el motor del tren una vez se ponía en
marcha. El tren era producto de la mejor ingeniería del país, construido con el
fin de llevar cada trabajador a su lugar, su superioridad se demostraba una vez
se escuchaba el estruendoso sonido de su motor. Pero, a pesar de todo ese ruido,
no era lo suficientemente fuerte para ahogar el pensamiento, y lo único que le
quedaba a Dyogtin Artemovich era recordar el 8 de abril, una vez se sentaba ahí
estaba condenado a hacerlo y lo único que podía hacer para amortiguarlo era
prepararse y aceptar que no había forma de evitar pensar en eso. Si luchaba
contra el solo se iba a estresar mas por enfrentarse a un enemigo invencible y,
en cambio, si lo aceptaba podría más fácilmente contener el sufrimiento de su
culpa.
El 8 de abril Dyogtin cometió el pecado del adulterio
¿Por qué lo hizo? Tal vez por la necesidad de sentir algo que ya no sentía con
su esposa. Tal vez por el odio a la rutina. Tal vez si Katina hubiera estado
ahí, esos sentimientos hubieran sido apaciguados, pero en ese momento Katina no
existía. Y por eso Dyogtin cometió el pecado del que muchos años después seguiría
arrepintiéndose cada vez que iba a su trabajo en el tren. La instancia del hoy continua así: “El peor pecado
posible, tal vez incluso peor que el asesinato, y aun así lo cometí ¿Y por qué?
Soy estúpido, tanto de mi vida arruinada culpándome por un acto que ni siquiera
me hizo feliz en el momento ¿Por qué lo hice? Voy a ir al infierno y quedarme
ahí eternamente. Incluso aunque no exista un Dios y no haya nadie que me castigue
después de mi muerte por mis pecados, estoy seguro que incluso el más acérrimo
ateo me escupiría si supiera lo que hice” Dyogtin saco otro cigarro y lo
encendió, agradeció infinitamente a la naturaleza o a Dios por crear el tabaco,
por tranquilizarlo incluso en estos momentos solo aspirando su humo.
“Da igual que le confiese mi pecado a miles de
sacerdotes e incluso el papa, el único perdón que podría curar mi dolor es el
de ella, Zakharova, pero no puedo hacerlo. Lo debería haber hecho antes, mucho
tiempo atrás, pero ahora no me puedo arriesgar a hacerle daño a Katina ¿Qué
pasaría si Katina tiene que vivir el resto de su vida con padres separados o
incluso en pelea constante resintiéndose entre ellos? No; no lo voy a hacer, no
puedo hacerle daño.”
“¿Por qué todos los días pienso en lo mismo? Ya llegué
a la misma conclusión mil y una veces, pero eso no cambia mis acciones, no
cambia mi culpa, lo que hice ya lo hice y no puedo hacer nada al respecto, solo
puedo mirar para el futuro y disfrutar lo que me queda. Pero entonces ¿Por qué
me castigo así? ¿Por qué no puedo callarme si ya conozco racionalmente tan bien
esta verdad?” La línea en este pensamiento en todas las mañanas concluía y el
tren paraba en su estación dejando a Dyogtin en su trabajo y hoy no iba a ser
menos. El tren se detuvo y Dyogtin se levantó y fue caminando hasta el campo de
trabajo forzado. Por suerte, él no tomaba parte en el trabajo forzado, él era
el oficial encargado de mantenerlo en pie, de que se trabaje lo que se requiera
y tener los recursos suficientes para el trabajo.
Empezó su jornada laboral y continuo como cualquier
otra, sin nada en especial. A pesar de sus quejas temporales, Dyogtin
disfrutaba el trabajo que hacía ahí. La rutina a pesar de que a veces te puede
ahogar, también es la más estable forma de felicidad. Dyogtin apreciaba la
labor calmada como el que realizaba como oficial, al ver aquellos trabajadores
forzados que estaban bajo su responsabilidad agradecía la situación en la que
estaba. Hoy estaba especialmente contento porque era el día que iba a recibir su
sueldo y desde hace un tiempo estaba pensando en regalarle un juguete a su
hija.
– ¿Te acordas de que la semana pasada un trabajador
intento escapar? – Le dijo un superior Carl Honigmann alrededor de la media
hora de que la jornada laborar de Dyogtin Artemovich termine.
– Si, me acuerdo –
– Ese trabajador está organizando revueltas y su
rendimiento está decayendo, la economía no nos permite mantener a gente así en
el campo de trabajo –
– Comprendo –
Dyogtin Artemovich acoto las ordenes de su superior.
Se acercó al ex aristócrata y le ordeno que se ponga contra el muro, siguió sus
órdenes con el mayor miedo que había sentido en su vida, incluso mayor al día
en el que casi escapa del campo de trabajo forzado. Inmediatamente de que su víctima
este en el muro, Dyogtin le disparo en la cabeza. Ni siquiera le dejo tiempo a
perdonar todos sus pecados a Dios antes de morir o a recordar con nostalgia
todos los momentos de su vida y ya se encontraba en el suelo muerto. Una vez
esa transacción termino, Dyogtin le aviso a otros empleados que limpien todo el
desastre que se encontraba en el sector c en el segundo pasillo, no era su
responsabilidad porque su jornada ya había terminado. Dyogtin Artemovich fue a
cobrar el sueldo que se merecía después de un mes de trabajo, se fue a su casa de
la misma forma en la que vino y logro sentarse en el mismo asiento en el que
había venido. Se entretuvo todo el viaje pensando en cual juguete le iba a
regalar a su hija con su sueldo.
El siguiente día fue igual de parecido al anterior al igual que los mil días que le precedieron y los mil que le anteceden.
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