lunes, 6 de junio de 2022

El asesinato de Victor Kepler

El asesinato de Victor Kepler


Dyogtin volvió de su trabajo a su casa en tren, generalmente el viaje que tomaba para ir al trabajo se volvía una tortura mientras que la venida era un momento de tranquilidad. Después de un día de trabajo, los contingentes elementos de su labor estaban frescos en su mente, lo suficiente como para poder acaparar su atención, y el cansancio le impedía tomarse en serio cualquier pensamiento que podría emerger. En comparación, en la venida no tenía nada por lo que pensar y estaba todavía con energías suficientes para torturarse a el mismo, eso llevaba a su mente a volver al 8 de abril. Llego a su casa, ceno y se acostó a dormir para estar listo para el próximo día.

En un día como cualquier otro Dyogtin Artemovich fue despertado por la luz del sol entrando en la ventana que se encontraba en el final de su habitación.

– La mejor forma de despertarse sin duda – Dijo mientras prendía un cigarro. Prefería despertarse por la luz solar que por los gritos de su esposa levantándolo para que tenga que ir a trabajar. Hoy el que se despertó primero fue el esposo y se encontraba en obligación de despertarla para devolver el favor.

– Vamos. Hay que levantarse – Le dijo mientras con su mano le daba palmadas en la espalda. No se veía indicios de que ella se iba a despertar y Dyogtin planeaba taparle la nariz para despertarla (Prefería ese método del método de su esposa que implicaba gritar en la mañana); pero para su sorpresa, Zakharova abrió lentamente sus ojos. El humo saliendo del cigarro y entrando en su nariz la despertó.

– Buen día – Dijo ella.

– Buen día –

– Sabes bien cuanto odio el olor a cigarro y más en la mañana –

– Lo sé muy bien – Respondió e inmediatamente volvió a meter el cigarro en la boca, como si estuviera desesperado por volver a llevar sus pulmones de humo.

– Yo soy la que se queda todo el día en casa y tengo que soportar el olor a cigarro. Se queda impregnado en todo y es imposible sacarlo –

– También lo se. Pero yo soy el que trabaja todo el día para que puedas disfrutar de los privilegios de esta casa en primer lugar. Me parece que también tengo derecho a los pequeños placeres de la vida – Dijo mientras espiraba el humo en la cara de su esposa. Ella sonrió por su sarcasmo.

– ¿Qué hora es? –

– Deben ser las 7 ya, juzgando por el sol – Dijo el mirando por la ventana.

– Deberíamos levantarnos y despertarla – Respondió mientras tanto con gran esfuerzo estaba dejando la comodidad de su cama para cumplir su deber. Su esposo se levanto inmediatamente con ella y los dos empezaron a prepararse para el día.

Ya preparados los dos salieron de la habitación, Dyogtin Artemovich, fue a la habitación de Katina prepararla para un día de colegio sin embargo se sorprendió al verla ya despierta.

– ¿Ya estabas despierta cariño? – Le pregunto a su hija.

– Sí; es la primera vez que me despierto tan temprano –

– Es la magia de la rutina, eventualmente vas a poder despertarte todos los días a esta hora sin necesidad de que te despertemos. Pero eso no es suficiente, también tenés que vestirte –

– Está bien –

– Cuando termines ven a desayunar que tu madre esta cocinando muy bien últimamente – Dijo mientras cerraba la habitación de su hija para servirse un café en la mañana. No estaba particularmente dormido, pero odiaba el no pasar las horas que tenia de descanso antes de trabajar sin un café negro bajando por su garganta. Mientras el tomaba su taza su esposa estaba al lado cocinando. No hablaban entre ellos como era natural después de pasar tantos momentos rutinarios con otra persona, ya no había nada de lo que hablar porque se conocían demasiado para que el otro los pueda sorprender. La rutina había vuelto muchos momentos de su relación en transacciones. Hoy, como en cualquier otro día, Dyogtin no le dijo que debería cocinar, pero esa comida ya se había vuelto un acuerdo implícito, que se cumple de forma automática todas las mañanas sin la necesidad de discutir ni de siquiera pensar activamente en él, al igual el despertar de su hija por parte de él, esa era su parte de la transacción. Esta transacción ocurrió en los mil días anteriores, y los mil días que vendrán.

Con ya toda la familia en la mesa y con una comida ligera para empezar el día, los tres empezaron a comer.

– Papá – Dijo Katina en la mitad de la comida

– ¿Qué paso cariño? –

– ¿Por qué tenes que ir a trabajar todos los días? – Pregunto. Que necesaria variedad traía su hija, que importante logro en su vida. Con su esposa no tenía nada de lo que hablar porque ya conoció todo lo que había que conocer de ella, pero con su hija era diferente. No había nada que conocer de ella, porque todavía no era un “ella” fija, era una mujer todavía en formación. Todos los días cambiaba y cualquier cosa que le hiciera iba a tener cientos cosas que reaccionar y decir. Verla ella lentamente crecer (bajo su responsabilidad) era otro de los placeres de la vida de Dyogtin además de sus cigarros y su café.

– ¿A vos te gusta vivir en esta casa, jugar con tus juguetes y comer esta comida? – Apunto al pescado atravesado en su tenedor mientras lo sostenía verticalmente.

– Sí –

– Algún trabajador igual que tu papa trabajo para conseguir esas cosas. Alguien construyo esta casa, o pesco tu comida o armo tus juguetes. Sin embargo, no lo van a hacer porque si, necesitan conseguir algo a cambio. Para pagarle esos favores, yo también tengo que aportar algo a la sociedad, así yo pago con mí aporte. El dinero que el que trabajo me certifica que hice algo por la sociedad y ella me debe dar algo a cambio para que siga haciéndolo, y con el certifico a los trabajadores que me aportaron algo- Dijo su padre -Tal vez algún día incluso vos trabajes – Agrego. Su hija pareció satisfecha con la respuesta.

– Ay. No digas esas cosas – Dijo su esposa mientras lo empujo cariñosamente.

– ¿No sabias que las mujeres están trabajando más que nunca? En el futuro puede que sea igual de común que hombres y mujeres trabajen. Rusia trabaja por el futuro, no se va a quedar con débiles prejuicios creados por una iglesia moribunda, después de todo solo podemos ir para delante en el tiempo – Dijo mientras terminaba su plato de cocina. Una vez satisfecho de la comida y se levantó y tuvo que decirle adiós a su familia por las próximas 8 horas, mientras su esposa estaba secando un pescado con sal para guardarlo por el mayor tiempo posible antes de salir definitivamente de su casa.

El salió y siguió su camino usual al tren mientras tanto Zakharova llevaba a Katina a la escuela. Ahí es donde sus caminos divergían y el día de trabajo empezaba. Su trabajo se encontraba lejos de su casa, así que tenía que ir en tren hasta ahí cada día. A pesar de esto, el estaba agradecido de su empleo, al fin y al cabo, en la situación actual no podía pedir mas de lo que tenía, y la locación no era un problema tan grave comparado a las ventajas del puesto, incluso los gastos del tren eran bajos por una conveniente subvención decretada por la unión soviética. Lo único que resentía era que el viaje era el único momento del día donde se enfrentaba a sus pensamientos directamente en vez de tener actividades que lo ayudaban a ahogarlos, en el tren solo estaba él y sus pensamientos que eventualmente llegaban al 8 de abril. En algún momento pasado intento leer un libro en el recorrido, pero era inútil porque la culpa desviaba su atención del libro. El recuerdo del 8 de abril se había vuelto inevitable.

Ya con el ticket pagado y entrando al tren llego a su usual asiento. Se había acostumbrado a ese asiento y siempre que podía se sentaba ahí, algunos días era ocupado antes que él, pero por lo general él podía pasar el viaje del tren en su asiento. Había cierta felicidad en entender ese asiento especifico, aprender todo lo que tenia que ofrecer y poder encontrarse ahí todos los días. Había pequeñas particularidades de ese asiento de las cuales él se había acostumbrado e incluso necesitaba. El tren estaba lleno como siempre, Dyogtin Artemovich esta alrededor de sus iguales, trabajadores que se encontraban en su camino a cumplir su función, justo como él. Una vez ahí adentro solo se escuchaba ruido producto de cientos de voces hablando que se mezclaban en un ruido uniforme sin ninguna palabra legible restante. Lo único que se podía distinguir de ese ruido era el motor del tren una vez se ponía en marcha. El tren era producto de la mejor ingeniería del país, construido con el fin de llevar cada trabajador a su lugar, su superioridad se demostraba una vez se escuchaba el estruendoso sonido de su motor. Pero, a pesar de todo ese ruido, no era lo suficientemente fuerte para ahogar el pensamiento, y lo único que le quedaba a Dyogtin Artemovich era recordar el 8 de abril, una vez se sentaba ahí estaba condenado a hacerlo y lo único que podía hacer para amortiguarlo era prepararse y aceptar que no había forma de evitar pensar en eso. Si luchaba contra el solo se iba a estresar mas por enfrentarse a un enemigo invencible y, en cambio, si lo aceptaba podría más fácilmente contener el sufrimiento de su culpa.

El 8 de abril Dyogtin cometió el pecado del adulterio ¿Por qué lo hizo? Tal vez por la necesidad de sentir algo que ya no sentía con su esposa. Tal vez por el odio a la rutina. Tal vez si Katina hubiera estado ahí, esos sentimientos hubieran sido apaciguados, pero en ese momento Katina no existía. Y por eso Dyogtin cometió el pecado del que muchos años después seguiría arrepintiéndose cada vez que iba a su trabajo en el tren. La instancia del hoy continua así: “El peor pecado posible, tal vez incluso peor que el asesinato, y aun así lo cometí ¿Y por qué? Soy estúpido, tanto de mi vida arruinada culpándome por un acto que ni siquiera me hizo feliz en el momento ¿Por qué lo hice? Voy a ir al infierno y quedarme ahí eternamente. Incluso aunque no exista un Dios y no haya nadie que me castigue después de mi muerte por mis pecados, estoy seguro que incluso el más acérrimo ateo me escupiría si supiera lo que hice” Dyogtin saco otro cigarro y lo encendió, agradeció infinitamente a la naturaleza o a Dios por crear el tabaco, por tranquilizarlo incluso en estos momentos solo aspirando su humo.

“Da igual que le confiese mi pecado a miles de sacerdotes e incluso el papa, el único perdón que podría curar mi dolor es el de ella, Zakharova, pero no puedo hacerlo. Lo debería haber hecho antes, mucho tiempo atrás, pero ahora no me puedo arriesgar a hacerle daño a Katina ¿Qué pasaría si Katina tiene que vivir el resto de su vida con padres separados o incluso en pelea constante resintiéndose entre ellos? No; no lo voy a hacer, no puedo hacerle daño.”

“¿Por qué todos los días pienso en lo mismo? Ya llegué a la misma conclusión mil y una veces, pero eso no cambia mis acciones, no cambia mi culpa, lo que hice ya lo hice y no puedo hacer nada al respecto, solo puedo mirar para el futuro y disfrutar lo que me queda. Pero entonces ¿Por qué me castigo así? ¿Por qué no puedo callarme si ya conozco racionalmente tan bien esta verdad?” La línea en este pensamiento en todas las mañanas concluía y el tren paraba en su estación dejando a Dyogtin en su trabajo y hoy no iba a ser menos. El tren se detuvo y Dyogtin se levantó y fue caminando hasta el campo de trabajo forzado. Por suerte, él no tomaba parte en el trabajo forzado, él era el oficial encargado de mantenerlo en pie, de que se trabaje lo que se requiera y tener los recursos suficientes para el trabajo.

Empezó su jornada laboral y continuo como cualquier otra, sin nada en especial. A pesar de sus quejas temporales, Dyogtin disfrutaba el trabajo que hacía ahí. La rutina a pesar de que a veces te puede ahogar, también es la más estable forma de felicidad. Dyogtin apreciaba la labor calmada como el que realizaba como oficial, al ver aquellos trabajadores forzados que estaban bajo su responsabilidad agradecía la situación en la que estaba. Hoy estaba especialmente contento porque era el día que iba a recibir su sueldo y desde hace un tiempo estaba pensando en regalarle un juguete a su hija.

– ¿Te acordas de que la semana pasada un trabajador intento escapar? – Le dijo un superior Carl Honigmann alrededor de la media hora de que la jornada laborar de Dyogtin Artemovich termine.

– Si, me acuerdo –

– Ese trabajador está organizando revueltas y su rendimiento está decayendo, la economía no nos permite mantener a gente así en el campo de trabajo –

– Comprendo –

Dyogtin Artemovich acoto las ordenes de su superior. Se acercó al ex aristócrata y le ordeno que se ponga contra el muro, siguió sus órdenes con el mayor miedo que había sentido en su vida, incluso mayor al día en el que casi escapa del campo de trabajo forzado. Inmediatamente de que su víctima este en el muro, Dyogtin le disparo en la cabeza. Ni siquiera le dejo tiempo a perdonar todos sus pecados a Dios antes de morir o a recordar con nostalgia todos los momentos de su vida y ya se encontraba en el suelo muerto. Una vez esa transacción termino, Dyogtin le aviso a otros empleados que limpien todo el desastre que se encontraba en el sector c en el segundo pasillo, no era su responsabilidad porque su jornada ya había terminado. Dyogtin Artemovich fue a cobrar el sueldo que se merecía después de un mes de trabajo, se fue a su casa de la misma forma en la que vino y logro sentarse en el mismo asiento en el que había venido. Se entretuvo todo el viaje pensando en cual juguete le iba a regalar a su hija con su sueldo.

El siguiente día fue igual de parecido al anterior al igual que los mil días que le precedieron y los mil que le anteceden.

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