Enclave en Malvinas (1985)
Para justificar una residencia inglesa permanente vivimos varios meses en Inglaterra. Luego fuimos turnándonos para desembocar en las islas Malvinas, en el puerto argentino ubicado en el oeste de Soledad. Yo fui uno de los primeros en llegar. La primera vez que escuché el nombre Falklands en mi juventud nunca pensé que su conflicto se volvería tan central en mi vida. Su nombre tampoco representa su grandeza. Doce mil kilómetros cuadrados parecen poco en un mapa, pero a escala humana es gigante, especialmente por la poca densidad poblacional. Si contamos el mar que los ingleses reclaman como parte de la isla (200 mil kilómetros en total), y los últimos censos poblacionales antes de que nosotros lleguemos (3 mil personas), hay una persona cada sesenta kilómetros cuadrados. En resumen, Soledad es un buen nombre para la isla, y en más de una ocasión los pingüinos fueron mi mejor compañía.
Los keplers nunca fueron hostiles hacia nosotros, a pesar de que fuera obvio el motivo de nuestra estadía en “su” territorio. Tuve más de una conversación amena con algunos de ellos entre tés y mate. A pesar de lo mucho que me lo recalcaran, nunca les vendí el cuento de la cultura propia kepler y que no fueran simplemente colonos ingleses.
Personalmente me es muy difícil creer que, viviendo en un país del primer mundo, haya muchos ingleses muertos de ganas por mudarse a unas islas antárticas alejadas de todo. Si hay tres mil ingleses viviendo en esas islas es porque a Inglaterra le ayuda a su reclamo de soberanía. Tanto nosotros, los argies, como ellos, estábamos atrapados en esas islas por la misma razón, supongo que por eso congeniamos bien. Discutir entre nosotros tampoco resolvería ningún conflicto ni llevaría a ningún lado.
El nombre de las islas tampoco representa lo áspero de su clima. Aunque era legal que viviésemos ahí, no lo era construir casas. Dormíamos en carpas, prácticamente a la intemperie. Nuestra dieta se basaba en productos enlatados que traían desde Buenos Aires. Era difícil la vida, pero en las noches más largas y solitarias más palpable se volvía mi propósito. Recordaba que a mil kilómetros había millones de personas en mi patria apoyándome.
Los soldados se los recuerda por prestar su muerte por la nación, yo en cambio estaba prestando mi vida. No había un segundo desde que llegue a Soledad donde no fuera evidente donde estaba y el porqué. Diez años de frio y soledad estuvimos ahí. Por Dios, Diez años ya son suficiente tiempo como para poder recibir una ciudadanía inglesa, que por evidentes razones nunca nos la darían.
No todo era sufrimiento. Me gustaba mucho el sonido de las olas y el olor del mar. Me parecían relajantes. Los cigarros Jockey Club que me traían junto a las raciones también me ayudaban. Sin el tabaco tal vez no hubiera aguantado lo que aguante ahí. Un par de veces por error me trajeron Malboro, esos meses fueron lo más cerca que estuve de volverme a La Pampa.
Había un compañero argentino que había traído un Walkman. Junto a las raciones todos los meses, también le llevaban cualquier casete que quisiera. La mayoría de su música no la entendía, pero en los parlantes de ese Walkman descubrí a Sumo. Cantamos al unísono cientos de veces “Waiting for 1994” y demás hits.
Una noche de abril una carta nos llegó desde Buenos Aires; era la transcripción de la auditoría. Las tres mil personas que estábamos ahí nos sentamos en ronda para escuchar atentamente los detalles del caso Argentina v. Inglaterra. Un hombre, Gonzalo Saavedra, iba salteando libremente hojas de aburridos detalles judiciales hasta llegar a cualquier mención de nuestra existencia.
Se aclaro la garganta. Todos nosotros nos callamos. Gonzalo empezó a hablar.
-Esto lo está diciendo el abogado inglés: “Por el derecho de autodeterminación, deberíamos dejar al pueblo malvinense determinar su propia forma de gobierno, y, por ende, de que estado quiere ser parte. Y desde siempre, el pueblo Kepler quiso seguir perteneciendo a Inglaterra.”
Responde el abogado argentino: “Desde siempre no, desde hace al menos diez años que la población argentina creció sustancialmente en las islas Malvinas. Los últimos censos hechos de manera independiente confirmar que poco más del cincuenta por ciento de los habitantes de Malvinas quieren ser parte de la Nación argentina.”-
Todos empezamos a aplaudir.
- “Sin embargo, esos supuestos habitantes de las Malvinas fueron implantados ilegalmente en una tierra que no les pertenece por el gobierno argentino con él único propósito de fortalecer el caso de soberanía argentina. Muy diferente a la cultura malvinense que sí tiene una cultura distintiva y que se podrían llamar propiamente un pueblo con el derecho de autodeterminación, que viven ahí genuinamente y no con él único propósito de servir como argumento”-
Hubo un silencio sepulcral. Nuestra existencia había sido refutada. Habíamos vivido diez años de miseria y dolor para que un argumento hubiera hecho todo nuestro esfuerzo completamente inútil. En criollo, habíamos gastado dies años al pedo.
Una gran desesperación nos invadió a todos ahí. ¿Y ahora que vamos a hacer? ¿Qué nos queda? ¿Volver a nuestra patria con las manos vacías? ¿Con un sacrificio inútil?
Sin embargo, Gonzalo no había terminado todavía. Una sonrisa se dibujó en su rostro, y retomo la lectura –“Ese argumento es completamente circular, aun suponiendo que es cierto. Suponiendo que Argentina implanto a esas personas en las islas ¿Inglaterra no hizo exactamente lo mismo con los ingleses implantados en el 1850? Solo se podría creer que Argentina lo hizo ilegítimamente sí se asume a priori que las Malvinas son legítimamente inglesas, que es justamente lo que se debate en este caso. En todo caso, no se podrá determinar hasta que haya una sentencia. Es una falacia de alegato especial.
Y
sobre el argumento del abogado sobre que fueron implantados por el
gobierno argentino, es una afirmación sin evidencia alguna y que se
debería desestimar. Como también se debería el argumento de la
falta de cultura propia argentina en las islas, que además de no
haber sido respaldado por ninguna evidencia, también es altamente
subjetivo”
Después de esto no se habla más sobre el tema –
Todos nosotros aplaudimos. Algunos chiflaron.
Habíamos sido reivindicados por el fiscal. O los Kepler viven en las islas de forma ilegitima, o los argentinos viven de forma ilegitima, pero eso solo se podrá determinar en el juzgado y, por ende, usar a cualquiera de los dos como argumento era absurdo. Nuestra existencia volvía eso imposible de ignorar. La presencia de los Kepler en la isla ya no podía ser utilizada como defensa por Inglaterra. Era justamente al revés de como yo pensaba, nosotros refutamos la existencia de los Kepler. Sea como sea que resulte el juicio correspondiente, los diez años no fueron un desperdicio. Creamos un argumento razonable y eso debe valer para algo.
Nunca me lleve especialmente bien por mis compatriotas que acompañaron en las islas Malvinas, pero ese día festejamos todos.
El último mes ahí no fue tan insoportable. Con el juicio teníamos algo para hablar y por fin sabíamos que el fin ahí estaba cerca (con el juicio celebrado, era innecesaria nuestra presencia). Una de esas últimas noches soñé que venían soldados ingleses a matarnos. Por suerte fue solo un sueño y que si nos mataban, iba a ser más difícil el caso de la ocupación inglesa. Además que podría volverse un escandalo mucho mayor.
Volvimos en tandas como habíamos venido. Yo fui de los últimos en irme. La ausencia de mis compatriotas se sintió mucho los últimos días. Sin la constante conversación las olas se escuchaban mas y el aire se sentía más limpio sin la respiración de tres mil personas.
Llegue a Buenos Aires. Me tome un colectivo hacía Santa Rosa. Puede ser que este exagerando pero los minutos en el colectivo fueron más largos que cualquier otro minuto en la isla. No podía aguantar mas las ganas de volver a ver a mi vieja.
Me fue a buscar a la estación y me manejo hacía su casa. Hace años que no la veía. Mucho había cambiado en esa casa y mucho mis recuerdos me fallaban. Ese día charlamos de todo.
En la tele se hablaba muchísimo de las Malvinas, con el juicio sin resolución todavía. También obviamente se hablaba mucho de nosotros (nuestra presencia en las islas). La mayoría como era de esperarse nos trataban como héroes, aunque no todos. Para algunos, tal vez con ganas de llamar la atención, éramos pelotudos, para otros victimas (Para mi sorpresa, ahora se podía opinar así en la tele). El eterno debate de la soberanía también estaba mas candente que nunca.
Nunca me perseguí por esas opiniones negativas. Una vez que ya paso todo, realmente no me importaba si fue inútil todos los años ahí. Me sentía feliz de haber sido parte de la historia, y haberlo sido de una manera pacifica. Y por suerte siempre fueron una minoría las opiniones negativas. Siempre que se lo contaba a alguien me lo felicitaba. Y en los asados toda mi familia me aplaudía. Gracias a eso nunca volví a pagar la carne.
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