Curiosidad histórica ocurrida en mayo del '75.
Gonzalo me
había invitado al café de a dos cuadras de mí casa hace un par de días. También
me había hecho saber que era fundamental que esté ahí sin demora alguna y que
era algo de muchísima importancia para él. Por supuesto fui en tiempo y forma.
— Calculo que no sabrás porqué te invité acá —
Me dijo él.
Y en efecto
lo desconocía.
— Después
de una larga investigación, concluí que Panicucci iba a tomar un café hoy en
este mismo local en la mesa enfrentada a la nuestra —
¿Fabio
Panicucci? Pensé yo. Y en efecto, estaba hablando de ese Panicucci. Ni yo ni
Gonzalo éramos muy activos en la política. Claro que yo y él teníamos ciertas
ideas de las que hablábamos como dos amigos cualquiera hablan de política. Y
claro, los dos compartíamos ciertas ideas, y calculó yo por eso fue por lo que
me invitó en primer lugar. Pero ni yo ni él éramos revolucionarios.
— Tengo un
fierro en el bolsillo de mi campera. Lo planeó matar hoy. Te recomiendo que una
vez que él entre al local vos te retires. Sí te quedas acá es probable que tu vida se arruine para siempre —
Le pregunté
por sus razones.
— Estaba
volviendo a ver la entrevista el otro día en la tele, y me di cuenta de que el
loco mintió. La mentira concreta no era muy importante, si lo fuera Soto se la
hubiera remarcado ¿Viste? Pero la mentira era descarada. Cualquiera que supiera
del tema o investigué lo que los políticos dicen sabría en el acto que
Panicucci había mentido. Y ahí me di cuenta que Panicucci no era como los otros
políticos. Te guste o no lo que va a hacer a la Argentina, no paro de decir
mentiras así desde que se metió en la política. Panicucci no cree en lo que
dice, los dos sabemos esto muy bien. Pero no es solo eso, él es malvado. Sus
ideas son malvadas, pero él no las tiene por convicción, eso es lo peor. Yo sé
que sabe tanto como yo y como vos que son malvadas, porque se nota. Y puede ser
que mi voto no valga una mierda y qué lo más probable es que lo pinten encima
como yo y vos sabemos que ellos lo están haciendo. Pero yo no solo tengo una
boleta, tengo también un fierro en el bolsillo de la campera —
Todo esto
me pareció una aberración en el momento en el que lo oí. Y no por una moral anticuada, sino porque era un muy mal calculo. Supongamos que el boludo de
Panicucci entra en el poder, sus ideas nefastas van a fracasar, y entonces hay
esperanza de algo nuevo con las masas decepcionadas de lo que se vendio en campaña. Pero si Gonzalo mata a Panicucci entonces le entrega a
su partido político un arma enorme; un mártir. Tal vez los paganos vean en el
asesinato de una persona como una refutación de sus ideas, como una
demostración de su debilidad. Pero el paganismo fue reemplazado, y fue
reemplazado por un mártir que resuena dos mil años después de su muerte. Y tal
vez peor que eso, le sirve en bandeja de oro a los votantes de Panicucci una
excusa: “Sus ideas no eran malas, sino que no se pudieron concretar. La persona
que reemplazó a Panicucci no estaba a la altura. Pero podemos volver a probar,
y tengo la persona indicada para eso”.
Y, sin
embargo, nunca le podría explicar nunca a Gonzalo todo esto. Porque resulta
que Gonzalo es el tipo de persona que sigue creyendo en la moral antigua. Su razonamiento para matar a Panicucci no servía ningún
propósito fuera de qué Panicucci merecía morir. El asesinato de Panicucci es un
fin en sí mismo.
Y por eso
intenté otro razonamiento.
Primero
hablé de la santidad de la vida humana.
— ¿Y
cuantos inocentes van a morir si Panicucci gana? Y te aseguro que él no es
ningún inocente —
Después le
hablé a Gonzalo de lo bueno que era la democracia, de lo bueno que era poder
votar y lo bueno que el pueblo se pueda expresar en la boleta cada cuatro años.
Y de que todo eso era bueno incluso aunque el pueblo este equivocado, porque la
democracia era un fin en sí mismo.
— Me
sorprende de vos, che. ¿Vos crees que a Panicucci le importa la voluntad del
pueblo? No, viejo, él ya se cagó en la democracia en el momento en el que entro
en la campaña sin creerse una sola palabra que salió de su boca. Y además ¿Qué
garantía tiene el pueblo que Panicucci haga todas las cosas de las que habló en
campaña? ¿Realmente crees que va a cumplir lo que nos prometió? ¿Y como lo
podría hacer con todo lo que se contradijo con sus propuestas? Si Panicucci
quiere ahora defenderse diciendo que él es quien va a representar el pueblo, no
se hubiera cagado tanto en nuestra confianza en primer lugar —
Le dije que
todos los políticos mienten y que así era la política. Él me dijo que nadie
mentía tan descaradamente como Panicucci, y que, si la democracia era tal
mentira, entonces se debía hacer algo al respecto.
Si yo
creyera en la moral antigua, tal vez lo podría haber convencido. Pero no pude.
— Tal vez
te sorprende que un hombre con una moral tan impoluta como la mía cometa una
atrocidad así, pero no debería. Los hombres como yo nos podemos permitir
sacrificarlo todo, incluso nuestra propia moral, por lo que es justo —
Y entonces
entró Panicucci, Gonzalo me susurró que me fuera.
En ese
instante entendí lo pequeño que era yo comparado con el mecanismo que era el
mundo, y me volví el mártir que tanto se celebra en Occidente y que tanto me
repugna. Me interpuse entre Gonzalo y Panicucci. Hubo un revuelo enorme en el
local. El único boludo que resultó herido fui yo. A Gonzalo lo arrestaron en el
acto.
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